ESCUELAS DE TIEMPO COMPLETO
Profr. Miguel Ventura Rivera[1]
Aunque seguramente las Escuelas
de Tiempo Completo dejarán de existir, o al menos tendrán una muy sensible
disminución, mucho debería debatirse al respecto, los principales argumentos en
su contra seguramente son: Que es un programa neoliberal, que no han funcionado
como debieran, que los gobiernos estatales ha usado los recursos para otros fines
y que no ha llegado a los más necesitados.
Hace 20 años me asignaron mi
reciente clave de director en una de las tres primeras Escuelas de Tiempo
Completo que se crearon en Colima, la Miguel Álvarez García 06DPR0020E, una
escuela que, si bien estaba situada físicamente en la orilla de una colonia de
buen nivel socioeconómico, el 94% de su alumnado provenía de dos colonias
marginales cercanas y era una escuela con graves carencias en su
funcionamiento. Todo el personal decidió salirse de ese centro de trabajo, así
que iniciamos con toda la planta docente nueva, aunque eran maestras y maestros
con la decisión y la entrega para enfrentar muchas batallas educativas.
En ese entonces estaban de moda
que los estados hicieran proyectos educativos, y supimos que otros estados
también intentaban hacer escuelas de Tiempo Completo (en lo personal supe de
Nayarit, Sonora, Guanajuato y Estado de México) cada estado con sus variantes.
Recuerdo que el Secretario de Educación de Colima me comentó: no puede ser
que dar más tiempo educativo a los niños y niñas, esté mal, si eso no
está bien qué más podemos hacer” y ante la falta de consistencia del
Proyecto Estatal, nos dejó hacer a las escuelas.
Pronto las escuelas se
convirtieron en exitosas, no solo por los resultados en los exámenes que se
aplicaban en Colima o los nacionales, sino por la cantidad de alumnos que
lograban mejorar sus aprendizajes, y la cantidad de personas que solicitaban el
ingreso a la misma. Los alumnos de las zonas marginales y sus aprendizajes que mostraban
a la comunidad llamaron la atención a los pobladores de la Colonia de Clase
Media en cuyo territorio estaba la escuela, más familias expresaban que no les
era costeable llevar a sus hijos a escuelas particulares retiradas de la misma
para que hicieran lo mismo que los de la escuela de los “saltarines” (porque
originalmente para ingresar debían brincar un arroyo para entrar a la escuela).
Y es que el tema es ese ¿Cómo
puede ser malo dar más tiempo educativo a niños y niñas? Un hombre grande que
regresaba del “otro lado” y que en su familia no querían que fueran “tanto
tiempo” a la escuela, me comentó que les dijo: “Y por qué en California si es
bueno y acá no” y decidieron ingresarlos. Pronto en 2 o 3 años las solicitudes
de ingreso se multiplicaban, llegando a centenares para un solo grupo de
primaria. Siempre luchamos la planta docente y directiva por seguir atendiendo
a nuestras colonias marginales.
En 2007 nos dieron la noticia de
que ya existía un Programa Federal y que estaríamos “apoyados” por dicho
Programa. Recursos económicos empezaron a llegar, mejorando sobre todo la
alimentación. El colectivo docente siempre pensamos que la escuela era una y
que no debíamos dividir las actividades de Tiempo Completo y las de escuela
regular, sin embargo, el Programa Federal, hecho como siempre hasta la fecha
sin considerar a las entidades planteaba un rompimiento de los tiempos.
Desde su inicio concebimos que
una cosa era el trabajo de las escuelas y otra muy diferente las acciones del
Programa, como la mayor parte de las acciones que emprende la SEP y las AEL no
guarda relación con lo que los centros educativos requieren y sólo cuando estos
encuentran respeto y autonomía en su trabajo los resultados educativos mejoran.
Y quizá por ya tener un camino andado seguimos laborando con un buen margen de
autonomía otros años más, los resultados eran observables, alumnos lectores,
buenos resultados para las familias, alumnos autónomos, una excelente
convivencia, relación con la comunidad y buenas notas en los exámenes.
Afortunadamente en esa especie de
seguimiento de egresados que se han convertido las redes sociales vemos con
alegría que muchos de nuestros alumnos de entonces son ya Médicos, Ingenieros,
Licenciados, Maestros. Muchos de ellos, los primeros profesionistas en sus
familias de escasos recursos, incluso algunos han obtenido premios
internacionales como la Olimpíada de la Matemáticas y otros.
A partir del 2011 en que obtuve,
en el penúltimo concurso de escalafón, mi nombramiento como supervisor, coincidió
con el crecimiento del programa, pronto fui supervisor de 10 escuelas de Tiempo
Completo en Colima ciudad y medio rural sur. Todas ellas con docentes y
directivos entregados a la labor educativa, con profesionalismo, que han
brindado atención cada año a cerca de 1,700 con cariño y dedicación, que pronto
han estado alcanzando excelentes resultados, aunque se encuentran en zonas marginales.
Si bien es de reconocerse que en
un momento esa gran ampliación, que en Colima significó la atención de las del
80% de los alumnos de escuelas públicas en esta modalidad, se planteó como una
forma que el magisterio recibiera un apoyo económico ante la mal llamada
reforma educativa del Peña Nieto, que suprimió en la práctica las dobles plazas
y la posibilidad de ascensos horizontales, cómo hasta la fecha sigue
sucediendo.
Y aquí entra el asunto toral de
la cuestión, no hay recursos para pagar a docentes, desconozco con precisión
cual sería la versión de lo sucedido con los presupuestos, pero creo que habría
que reconocer que se dará educación primaria de medio tiempo, medias escuelas al
grueso de los alumnos, que esto no redundará en una mejoría, podrá decirse que
no hay recursos, pero esto contribuirá a un más al deterioro educativo. Mismo
que a la larga saldrá bastante caro a la nación.
Seguro que muchas entidades no
fueron eficientes en el uso de los recursos, pero desaparecer este programa no
contribuye a que llegue más y mejor educación a los más necesitados. Ni
geográficamente, ni socialmente. Hoy se tiene una visión de que hay estados más
necesitados que otros, lo cual es cierto, sin embargo, en cada estado hay
personas necesitadas. Cancelar la oportunidad de que miles de familias trabajadores
no puedan enviar a sus hijos a planteles que les dan 2 horas más de clase o 4,
según sea, cuyos profesores reciben por ello poco más o menos $ 4,000.00 al mes,
que como país decidamos dejar de hacerlo, por razones económicas es realmente
lamentable. En el caso de mi zona escolar, la mitad del personal docente es de
la llamada plaza inicial y la supresión de esa “compensación” significa una
reducción del 25% de sus ingresos, la otra mitad tiene acceso a alguna forma de
promoción horizontal y el impacto es menor pero sensible también.
Y habrá que decir también, aunque
es un tema controversial, al menos en Colima, las escuelas de este tipo desde
hace ya más de 8 años han recibido cada año un recurso económico para utilizarlo
en la mejora de los aprendizajes, de acuerdo con su Programa, Proyecto, Plan o
Ruta Escolar según SEP quiera llamarle. Si bien es bastante cierto y
preocupante que cada vez es menos, pero ha ayudado a tener material didáctico,
bibliotecas y muchas cosas que los directivos y docentes han decidido y por lo
que a mi me consta ningún directivo ha hecho mal uso de esos recursos, quizá en
algún lugar de la entidad haya sucedido, pero es mínimo y debieron haber
sancionado. Creo que en ese sentido, los maestros y directores demostraron con
creces que son, no solo honestos, sino eficientes y de gran calidad y humanismo
a la hora de usar los recursos para el bien de sus escuelas.
Hoy un gobierno progresista,
debiera estar pensando en formalizar y extender este programa, que los
profesores y directivos que laboran en esas escuelas perciban el mismo salario
que en el programa regular. Que llegue a los planteles que más necesitan. Que
mejoren las propuestas pedagógicas, que se reciban los apoyos necesarios para
los servicios alimentario y de salud de estas escuelas. En fin, se debería
estar pensando en otra cosa y no aprovechar la Pandemia para asestar este golpe
a la educación.
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